Claves para ser feliz: la felicidad interior bruta (FIB vs PIB) 1ª parte (publicado en Levante EMV 22 abril 2012)

“Mariano, devuélvenos la felicidad”. Así se dirigió una simpatizante del PP a Mariano Rajoy, a la entrada de un mitin en A Coruña durante la última campaña de las elecciones generales . Con prudencia el candidato le respondió que haría todo lo posible, seguramente porque tan curiosa demanda dejaba muchos aspectos por concretar: ¿qué entendía por felicidad la peticionaria? ¿Es posible que nos quiten la felicidad? ¿Cómo? ¿Nos pueden quitar una parte o toda? ¿Cuánta felicidad se necesita para considerar que se es feliz? En suma ¿realmente nuestra felicidad está en manos de otros? Y es que, como decía, la escritora española, Cecilia Bohl de Faber (1796-1879):” ¡La felicidad! No existe palabra con más acepciones; cada uno la entiende a su manera”. Así para el inefable  actor Groucho Marx (1890-1977) la felicidad estaba hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…

En 2009 el gobierno francés encargó a una comisión de expertos, entre los que figuraban los premios  Nobel de Economía Joseph Stiglitz, y Amartya Sen, un estudio sobre el progreso económico. En sus conclusiones, dicha comisión sugirió una serie de mejoras en la forma de determinar el PIB y propuso, entre otros aspectos, no limitarse a contabilizar la dimensión material de la riqueza, sino también las relaciones sociales, las vacaciones, el tiempo libre, el ambiente político o la inseguridad, que sirven para calcular la satisfacción de cada cual. A renglón seguido, el presidente galo Sarkozy propuso a todos los organismos internacionales y a todos los países adoptar nuevos parámetros para medir la producción económica.

Más allá del voluntarismo de esta propuesta, lo que se evidencia es que cada vez más los intangibles son más importantes, y que, sin embargo, nuestros indicadores solo miden (y regular) los aspectos tangibles. Ya decía el personaje de Woody Allen en la película Manhattan, que “todo lo verdaderamente valioso no puede ser apreciado por el cerebro; el cerebro es un órgano sobrevalorado”.

Recientemente se ha publicado el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que desde 1990 configura el Índice de Desarrollo Humano (IDH); una medición que se basa en un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros: vida larga y saludable (sanidad), conocimientos (alfabetización y matriculación) y nivel de vida digno (este último medido por el PIB per cápita). España ocupa el puesto 23 de 187 países, situándose en el bloque de estados con desarrollo humano muy alto. Según el referido informe, el desarrollo humano tiene que ver con la expansión de las libertades y las capacidades de las personas para llevar el tipo de vida que valoran y tienen razones para valorar.

Sin duda, que a la vista de la comparación, la realidad objetiva de nuestro país es envidiable para la mayor parte del mundo, pero como decía Publio Siro (Siglo I AC) poeta dramático romano: “ningún hombre es feliz a menos que crea serlo”.